sábado, 24 de octubre de 2009

EL GUARDIÁN DEL HIELO


Y coincidimos en el terral
el heladero con su carretilla averiada
y yo
que corría tras los pájaros huidos del fuego
de la zafra.
También coincidió el sol.
En esa situación cómo negarse a un favor llano:
el heladero me pidió cuidar su efímero hielo.

Oh, cuidar lo fugaz bajo el sol...

El hielo empezó a derretirse
bajo mi sombra, tan desesperada
como inútil.
Diluyéndose
dibujaba seres esbeltos y primordiales
que sólo un instante tenían firmeza
de cristal de cuarzo
y enseguida eran formas puras
como de montaña o planeta
que se devasta.

No se puede amar lo que tan rápido fuga...

Ama rápido, me dijo el sol.
Y así aprendí, en su ardiente y perverso reino,
a cumplir con la vida:
yo soy el guardián del hielo.

(José Watanabe, En: Cosas del Cuerpo, 1999. pág. 61)

sábado, 10 de octubre de 2009

27


La puerta huyó de mí.

El cigarro se había gastado en el cenicero, sus latidos se acoplaron a los míos, dijo q ese sonido era como el mar, pregunto por mis padres, hizo extrañas preguntas.

Pase días de intenso retiro x q había empezado a adorar las sombras, varias puertas se habían abierto, me dio un pedacito de su cama, de su mesa, de sus cuentos y sus canciones, no encendía las lámparas, recortaba los muros, se adelantaba el corazón, su luz llenaba el aire, nos tocaba, cantábamos, por dentro y por fuera, cantábamos, nuestras penas se rendían al gozo, él en su soledad, frente a mi mirada, sin temor al riesgo, destinados a sentir demasiado.

Si te miro vuelvo a tu unidad, los recuerdos transcurren rápidos, tu sueño es una huida, un estado de escape q provocas, me dejaste caer, ir en tu proximidad, tu imagen retiene la herida, lejanos y próximos, la tristeza se expone, se levanta, talla, el miedo espera, brota, mi corazón arrodillado se incorpora, empuja, cala, abre, cruzo de esta mudez a la tuya, dame a contemplar lo q a ellas, arden tajos de nostalgia, dilatada presencia, vuelve…